Escritor fracasado
Autor: Roberto Arlt
Adaptación: Marilú Marini y Diego
Velázquez
Teatro Cervantes
Josefina Sartora
¿Cómo llevar al escenario un texto no
teatral? Es este un punto ciego de la dramaturgia, un desafío para el
adaptador, ya que el teatro exige determinadas condiciones para la puesta en
escena de una obra. El texto es de Roberto Arlt, Escritor fracasado no es encasillable
en un género, porque aunque algunos lo identifican con el cuento, constituye
una reflexión en primera persona sobre las desventuras de un escritor, y su
relación con el ambiente literario. Por ello, no había mejor forma que el
monólogo.
Diego Velázquez pone todo su histrionismo
y su cuerpo al servicio de este texto muy difícil, largo y complejo,
adicionándole una puesta de gran dinámica teatral: diálogos con el público
antes y durante la obra, observaciones al margen de la misma, y una movilidad
extrema, incansable, bajo la dirección de Marilú Marini, en su debut como
directora.
El protagonista ha escrito una obra de
éxito, que lo ha dado a conocer en el ambiente literario. Después, nada. Nunca
pudo escribir algo a la altura de su primer libro, nunca se le cayó una idea
sobre el papel, siguió el drama de la página en blanco. Entonces desarrolló un
veneno hacia sus colegas, un resentimiento ante el éxito ajeno, una fatua
importancia que se da ante quienes presten oídos a sus palabras viperinas.
Escrito en los años ’20, si algunos giros idiomáticos remiten a esa época sin
embargo el texto es de potente actualidad, es atemporal, por ende, contemporáneo.
El cinismo del escritor fracasado, la hipocresía impúdica de quienes no logran
el éxito, y sus observaciones sobre el campo intelectual y el mercado de la
obra de arte son los mismos de hoy.
La escenografía de Oria Puppo en la sala
Luisa Vehil parece proponer trabas a la acción, y sin embargo son el medio de
que Velázquez se vale para apoderarse del espacio y estar en constante
movimiento, esquivando pilas de lajas de parquet, subiendo y bajando de tarimas,
pasando de un sillón a una chaise longue,
sin parar nunca más de un minuto en un sitio. La coreografía es harto compleja,
en la medida en que mientras dice su texto además de saltar de un lado al otro
canta, se maquilla, se viste, interpela a los espectadores, se quita el
maquillaje, bebe y golpea objetos con un palo de golf. Todo lo cual ejerce una
poderosa atracción en el público, que sigue en vilo sus movimientos y palabras
incesantes.
Velázquez, actor arltiano, ya ha
encarnado personajes del autor. Aquí muestra con extraordinario profesionalismo
su familiaridad con aquel escritor algo maldito. Su trabajo corporal, su
gestualidad, las inflexiones de la voz, dan expresividad y vida a un texto que,
a primeras luces, podría haber parecido impracticable.
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