14 de marzo de 2018

Los hilos del poder


El hilo fantasma (Phanthom Thread)
Dirección y guión: Paul Thomas Anderson
Reino Unido-Estados Unidos/2017

Josefina Sartora


Nuevamente Paul Thomas Anderson nos entrega una de las mejores realizaciones del este año, sin duda estará entre las mejores, porque pocos como él abordan el tema que trate con la sutileza y profundidad que él esgrime. Y que lo logre tratándose de la historia de un diseñador de modas, modisto de alta costura, histérico irredimible, es una proeza. Porque pese al tema, su film no es histérico, al contrario: es contenido, ambiguo y sugerente.

En varias ocasiones el cine se ha dedicado al mundo de la moda: de una u otra manera Coco Chanel, Yves Saint Laurent, Valentino y sus creaciones han ocupado espacios relevantes en la historia del cine. La película de Anderson tiene como protagonista a un ficticio diseñador de modas en Londres en los años ’50, y el mundo de la costura ocupa un primer plano. Aunque en verdad, la moda, los modistos y sus modelos constituyen en El hilo fantasma el pretexto ideal para hablar de los factores de poder, de la circulación energética entre tres personajes, cada uno enquilosado en su particular carácter, enfocado en su personal objetivo. Reynolds Woodcock es el líder de una casa de modas que viste a la nobleza y la alta burguesía femeninas de Londres, encerrado en su reino, una clásica casa inglesa urbana donde todo está férreamente dispuesto por su hermana Cyril, devota del modisto y atenta a satisfacer todas y cada una de sus necesidades, para hacer su trabajo más fluido, para que todo funcione como un perfecto mecanismo. Todo tipo de necesidades. Por supuesto, el genio tiene sus manías obsesivas –estricto silencio, rutinas y rituales domésticos, nada de sorpresas ni azar, un ejército bien entrenado de costureras que cumplen sus órdenes cosiendo a mano todo tipo de diseños- y todo se cumple estrictamente.


En ese mundo metódicamente organizado, donde los seres extraños tienen corto lapso de duración, se introduce Alma, una chica que tras su aspecto ingenuo y pueblerino trae a esa casa otra firme personalidad y determinación. De origen cultural y económico muy distinto, Alma empieza por seducir al modisto en una suerte de coup de foudre, y esa misma noche, tras encontrarla perfecta, deviene su modelo y musa. Reynolds oscila entre el auto control y el exabrupto, nunca es predecible. La suya es agresión pasiva, suerte de Pigmalión que modela su musa a su antojo, aunque esta se rebela, encuentra los puntos vulnerables del maestro y la ocasión para compartir el poder. Entre ambos se entabla una relación fluctuante, ambigua, dialéctica, en que la perversión actúa como un monstruo que se muerde la cola. Y el erotismo atraviesa otros territorios, que no el del lecho conyugal.

Con los años, la evolución del cine de P.T. Anderson ha devenido más visual y menos verbal, no se pierde en explicaciones, la única referencia al pasado es la presencia fantasmal de la madre. El aspecto visual es de suma importancia: fotografiado por el propio Anderson, casi siempre en interiores, esa casa en semisombra con sus colores sepias, ocres y pasteles constituye la cápsula ideal –aunque claustrofóbica- donde se conciben esos vestidos. Y la música casi permanente de Jonny Greenwood es la exacta partitura para esta historia de un romanticismo nada convencional. Y aunque el único Oscar que obtuvo fue al vestuario, no es este el más importante, si bien la tenida de Woodstock es en sí misma una creación. Toda vez que una película aborda una historia de un artista, algo de la chispa creativa del director se trasluce en su obra. También Anderson es un individualista, ajeno a las modas o a convenciones de Hollywood, y un buscador de la perfección. 


Anderson ha reconocido su deuda, y la crítica coincide en hacer un paralelo entre la situación del El hilo fantasma y Rebecca, de Hitchcock, en la medida en que una mujer trata de introducirse en el mundo aparentemente cerrado de una pareja exótica. La situación de Alma frente a los hermanos replica la de la actriz, Vicky Krieps, frente a los dos grandes actores británicos: Daniel Day Lewis y Lesley Manville. Pero Alma no es equivalente al innominado personaje de Joan Fontaine: Alma es una mujer de este siglo, una adelantada para los ’50. Con ese nombre, posee una personalidad compleja, es una fuerza de la naturaleza, y lucha por su lugar. Maneja los invisibles hilos del poder como Reynolds los de la costura. Y sabe que el suyo reside en la vulnerabilidad del otro. En una relación que sabe fluir entre la perversión del amor y el amor a la perversión.

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